Cuentan quienes dan testimonio de la leyenda que, en la época del poblamiento hispánico, los Coyaimas y Natagaimas integrantes de una gran sociedad tribal Pijao, distinguidos por su carácter guerrero y luchador que hicieron férrea resistencia a la presencia de los conquistadores manifestando su gran poder territorial en las batallas. Narran que el gran cacique Calarcá, entró en conflicto con el cacique Combeima, al enterarse del amorío entre Combeima y una mujer española, la relación progresó y dio como fruto el nacimiento de dos hijos, la princesa Sunev y el príncipe Pija. Calarcá tuvo como descendencia un hijo, el príncipe Ico; los herederos de ambos reinos crecieron juntos y labraron una hermosa amistad que no detuvo la ira de Calarcá que provocó el destierro de su propio hijo, y la orden de muerte para Sunev y Pija. Este último fue brutalmente asesinado mientras que la princesa logró huir gracias a la ayuda del chamán Yaguará morador de lo profundo de la montaña, quién se encargó, no solo de su cuidado, sino de educarla como sacerdotisa y protectora de las fuentes de agua sagradas de la región.
Ico víctima del destierro y la persecución, se aleja del reinado de su padre hacia las tierras que cubren el Cañón de las Hermosas llegando hasta la hoy meseta de Chaparral y las cordilleras aledañas, para así establecerse junto con otros seguidores y desterrados en las montañas del Totumo. Buscando crear una nueva comunidad que pudiera vivir en armonía con todos los pobladores del territorio. Al cabo de un tiempo, una extraña enfermedad empezó a generar mortalidad amenazando con exterminar la recién formada población. Ico padeciendo los primeros síntomas de la enfermedad, sumido en los delirios de un ataque febril tiene una visión de cómo encontrar la cura para su pueblo. Con su último aliento, busca la ayuda de Yaguará guía espiritual, familiar, social, económico y militar de la región quién no dudo en interpretarla como una revelación del camino al Manantial de Vida: agua que brota de las entrañas de la montaña ofreciendo sus propiedades curativas para dar vitalidad y eternidad a quienes la merecen.
Yaguará explica que el agua que brota de la montaña es el origen de la vida, su alma representa la madre de los seres vivientes de donde se deriva su poder sanador. Al identificar a Ico como uno de los escogidos por los espíritus de la naturaleza, lo conduce al peñón donde nace el agua y allí ante la presencia de la sacerdotisa que la custodia; es ella misma quién se la da a beber en un recipiente de Apatito y servida en una artesa de Aragonito, labrada en forma de totuma para ser ingerida en tres sorbos. Cuando Ico abre sus ojos al nuevo amanecer se encuentra completamente sano y cruzando la mirada con la bella y misteriosa sacerdotisa. Sunev e Ico comprenden que deben permanecer juntos, dedicados al cuidado de la Fuente de Vida, manteniéndola como un secreto sagrado; conservándola lejos de la codicia del hombre y al servicio de los pobladores que la requieran para preservar salud y vitalidad.
Así es que desde entonces se preparan tinajas del agua del manantial, sanadora y deliciosa, disponibles para enfermos y alentados invitados a disfrutar de sus beneficios. Mientras su lugar de origen siempre permanezca siendo un misterio, tan codiciado como El Dorado y conocido en todo el territorio gracias a los comentarios sobre la belleza de la sacerdotisa Sunev, así como por la fortaleza y vitalidad del cacique Ico.
Los petroglifos de la región han dado a entender que desde la unión de Sunev e Ico se creó una cadena de custodia únicamente para su simiente real. Un tesoro de la naturaleza para los hombres cuyo primer eslabón expone que: “la salud entra en el hombre cuando se bebe la vida a gotas, entonces la enfermedad es expulsada a chorros”; así mismo recordando que: “el tesoro de todo hombre tiene la morada donde palpita su corazón”.
De la unión en amor y sabiduría de Sunev e Ico, nace su hija Venus, quien recibe el siguiente eslabón del legendario legado de la cadena de custodia del tesoro Manantial de Agua Venus, lugar de la diosa de la belleza, salud y fertilidad, para todos los habitantes del resguardo y de quienes hasta hoy dan testimonio de los beneficios del agua.
Los taitas o ancestros de los actuales propietarios de INDUSTRIAS AGUA VENUS SAS, son el actual eslabón en la cadena de custodia que hoy recibe y asume la responsabilidad de proporcionar el regalo de vida de la naturaleza, que aún continúa germinando en las entrañas de la Cordillera Central de los Andes Colombianos para ser llevado “De la Roca a tu Boca”.
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